No es nuevo, ni pretende serlo. Es un apartamento con historia, con espacios pensados para vivir —no solo para posar—. Y en eso radica su verdadero valor. Con 180 m² bien repartidos y llenos de luz, este apartamento mira hacia la carrera 56 para que contemples la ciudad. Tiene tres alcobas, cada una con su baño; la principal, además, con vestier. Un estudio para trabajar en paz, un baño social que no compite con nadie, sala y comedor que invitan a conversaciones largas, y una cocina cerrada —sí, cerrada— con puerta auxiliar, como las de antes. También cuenta con zona de labores, cuarto y baño de servicio, y calentador. Dos parqueaderos independientes, juntos pero no revueltos, seguidos de un depósito. ¿El edificio? Un clásico. Sobrio, bien cuidado, sin pretensiones. Doce pisos, dos apartamentos por nivel, shut de basuras entre pisos, un ascensor y un salón social. Treinta años de historia bien llevados, como esos lugares que no necesitan gritar para ser valiosos.